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Ciudad de México. Nueve de la mañana. Glorieta de Los Insurgentes. La segunda urbe más grande de Latinoamérica vive el embate de la tercera ola de la pandemia con una mezcla de resignación y estoicismo. En medio de una aparente tranquilidad, el acceso de la línea 1 del metro vomita cada mañana una marea de gente apresurada que representa cada cinco minutos la coreografía de todas las mañanas: cubrebocas, gel en el cabello, corbatas, traje sastre, los zapatos de tacón en una bolsa para poder caminar más deprisa. Algún empujón, maquillaje recién pintado. Es la hora de entrar a trabajar en una de las principales arterias financieras y económicas de la capital mexicana y la variante Delta es la peor compañera de baile estos días entre los capitalinos.

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