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La puesta en escena de Rafael Nadal en el Masters 1000 de Madrid fue esperanzadora, confortable, sin sobresaltos, que facilitó un triunfo incontestable ante un rival por ahora menor, el joven estadounidense Darwin Blanch, invitado de la organización, que nunca cuestionó el trasvase del pentacampeón hacia la segunda ronda del Mutua Madrid Open.

Si el ganador de veintidós Grand Slam necesitaba minutos en pista y confianza los adquirió en su retorno como competidor a la Caja Mágica. Hizo de su vuelta a Madrid, después de la ausencia del pasado año por lesión, un trámite tal y como refleja el marcador, incontestable. 6-1 y 6-0. Fueron 1 hora y cuatro minutos sobre la pista alimentados de buenas sensaciones, de momentos de nivel y de confianza.

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