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El miércoles pasado, apenas había terminado el partido de ida de las semifinales de la Champions League. Barcelona le había ganado 3-0 a Liverpool y parecía tener medio pasaje a la final. Pero Lionel Messi aún se lamentaba por no poder anotar un gol más, en referencia a la situación que el Barça tuvo en la última jugada de la noche, cuando el argentino dejó solo a Dembelé, y el delantero francés definió débil a las manos de Alisson.

«Es buen resultado el 3-0, pero hubiera sido mejor ir 4-0. Es un resultado muy bueno, pero no está definido porque vamos a una cancha muy difícil, con mucha historia, que aprieta mucho», señaló entonces Messi, con cierto aire de preocupación. Seis días después, Liverpool dio vuelta la llave con un 4-0 histórico que le generó otra frustración al rosarino.

En Barcelona seguramente lamentarán por mucho tiempo aquel gol que se perdió Dembelé en el sexto minuto de descuento, cuando Liverpool estaba jugado en ataque y Barcelona tuvo un contraataque para liquidar la serie. Aunque Messi parecía tenerlo claro, al equipo blaugrana no le alcanzó con esos tres goles -incluidos dos con su sello- en el Camp Nou.

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