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Más de 37 millones de personas padecen enfermedades renales crónicas en Estados Unidos y aproximadamente unas 5.000 que integran la lista de espera para un riñón nuevo mueren cada año antes de llegar al quirófano.

Si bien la falta de órganos para pacientes con insuficiencia renal es un problema grave que golpea a la salud pública estadounidense, cerca de 3.500 riñones donados son descartados anualmente por distintas razones, entre ellas algunas de índole “financiera o regulatoria”.

Así lo revela un estudio publicado esta semana por la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés) que compara la cantidad de donantes fallecidos con la de órganos enviados a los centros de trasplante entre los años 2004 y 2014.

Durante ese periodo, un total de 156.089 riñones fueron donados; unos 128.102 fueron trasplantados, y otros 27.987 fueron descartados. Eso significa que se descartaron más del 17% de los órganos.

La cifra es significativa para un país donde las enfermedades renales devienen la novena causa de muerte. Actualmente, unas 93.000 personas se encuentran en la lista de espera para recibir un nuevo riñón en EEUU.

Cirujanos en un trasplante de riñón (Getty Creative)

También se trata de un problema costoso. El gobierno estadounidense gasta actualmente más de 114 mil millones de dólares cada año en pacientes con enfermedades renales, una quinta parte del presupuesto de Medicare.

El estudio encontró que nuevos enfoques en el tratamiento para las complicaciones de los órganos donados hacen que el trasplante en cuestión, aunque sea de un órgano de menor calidad, es una mejor opción que la diálisis.

Estrictos requisitos para transplantes

Según los autores, lo anterior se debe a que existe “un intenso escrutinio regulatorio de los programas de trasplante de EEUU, que pueden perder credenciales si sus resultados en muertes por año y fallas de injerto exceden el pronóstico”.

En otras palabras, si el órgano no está en “la mejor forma”, los centros de trasplante no están dispuestos a correr el riesgo de aceptarlos.

De acuerdo con la investigación, aunque existen algunas pautas, no hay un método universalmente aplicado para determinar el criterio de selección de los riñones que serán trasplantados y los que serán descartados.

El órgano podría estar en mal estado, tener un resultado anormal en una biopsia o algún otro problema físico. Pero en términos financieros también existen razones para descartarlo: uno más viejo o con con morbilidades “cuesta” más porque el paciente estará hospitalizado más tiempo y le tomará más recuperarse.

Un estudio de 2016 publicado por la Fundación Nacional del Riñón (NKF, por sus siglas en inglés) reveló que cerca de un 50% de los riñones considerados no aptos para trasplante en aquel momento podrían haber sido trasplantados con éxito.

“Se reconoce que el proceso excesivamente estricto y restrictivo de monitoreo de los programas de trasplante en los EEUU ha dado como resultado que muchos programas de trasplante adopten un enfoque adverso al riesgo”, escribieron el Dr. Ryoichi Maenosono y el Dr. Stefan G. Tullius, del Hospital Brigham and Women’s, en un comentario del estudio citado por CNN.

La Red Unida para Compartir Órganos (UNOS), que lidera el sistema de trasplantes en los EEUU, creó un índice de perfil de donante de riñón que se utiliza desde 2012. Este puntaje predice la supervivencia de los riñones de donantes fallecidos.

En 2014, UNOS cambió el sistema de asignación para poder ofrecer riñones de menor calidad a una región más amplia, pero ninguna de estas iniciativas cambió la tasa de órganos descartados.

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