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Alegrarse de las desgracias ajenas nos convierte en seres humanos ruínes, mezquinos y miserables. Esta aseveración nos abre dos opciones: o quién escribe estas líneas responde perfectamente a esa descripción- algo para nada descartable- o lo que vamos a hacer a continuación NO es alegrarse de los males ajenos sino simplemente retratar unos hechos y analizar sus consecuencias más evidentes.

Neymar abandona el Barça hace dos veranos de la peor forma posible- únicamente rivalizando con Figo por el puesto de peor fuga de la historia. Se ríe del club y de su presidente. Lo hace antes de desvincularse oficialmente -en una entrevista televisiva con un periodista brasileño amigo suyo- y lo hace justo después, en una paradójica demanda en que reclama a la empresa a la que acaba de dejar tirada un bonus por su “renovación”. Desde su entorno se filtra que el motivo de toda aquella tormenta no fue económico, sino que en Barcelona, pese a estar muy a gusto, se sentía a la sombra de Messi.

Flashforward al presente. Unas cuantas lesiones y unos cuantos escándalos después, Neymar sigue a la sombra ya no de Messi sino de Mbappé. Su valor, su stock Market ha bajado en picado. En la lista del Balón de Oro, cada vez hay que bajar más la vista para encontrar su nombre. Nadie recuerda cuándo fue la última vez que fue noticia por motivos futbolísticos. Cada vez queda más lejos su último regate.Cada vez suena más antiguo su último gol.

Lejos de querer alegrarnos por algo así y siempre defendiendo la presunción de inocencia en cualquier situación, lo que le está sucediendo a Neymar, por muy cruel que suene, es lo mejor que le podía suceder al Barça. No solo nos referimos a lo que le sucede a Neymar sino especialmente a cuándo le está sucediendo.

Ahora.

Justo en el momento en el que los talibanes del movimiento que impulsa su regreso a la Ciudad Condal se encontraban en el punto de máxima ebullición. El horror de Anfield, la final de Copa, el inmobilismo de la Junta, la continuidad de Valverde y la falta de ilusión de un aficionado culé que no tiene casi nada a lo que agarrarse- excepto a De Jong- habían creado un caldo de cultivo ideal para la plataforma pro-tois. Tanto los periodistas como los socios como los que realmente tienen poder de decisión- los pesos pesados del vestuario- se estaban cargando de argumentos para encadenarse a las puertas del Camp Nou pidiendo la vuelta de Ney.

Afortunadamente para los que pensamos que eso sería -además de una bochornosa bajada de pantalones- un error histórico en lo futbolístico y lo económico, los últimos hechos parecen legitimar esta postura y cerrar gradualmente la puerta del Camp Nou aO Pai do Craque , aunque con él uno nunca sabe.

El aficionado, que hasta hace muy poco seguía perdonando a Neymar a cambio de proyectarle desequilibrando a defensas rivales nuevamente enfundado en la elástica azulgrana (esta vez a cuadros), comienza a ver como en su balanza ya pesan más los inconvenientes que genera el brasileño que su supuesta condición de crack. Su talento es innegable. Su habilidad técnica, indiscutible. Su condición de crack decisivo, aquellos que ganan campeonatos y sobresalen por encima del resto de “buenos jugadores”, está totalmente en duda. De hecho, es muy difícil encontrar argumentos para adjudicarle esa insignia. Olvidándonos completamente de sus problemas extradeportivos y ciñéndonos exclusivamente en lo que sucede sobre el terreno de juego, cada vez hay más jugadores que ocupan el escalón-antaño casi inexistente- entre los que no son Messi y Neymar. El espacio que quedaba justo por detrás de la pareja Messi- Cristiano, parecía reservado al brasileño. Los más optimistas hasta incluso le señalaban como el heredero que debía ocupar el espacio superior, cuando las dos bestias sobrehumanas se retiren. Hoy, cada vez hay más perseguidores que le han echado a patadas de ese escalón. De hecho, parece que él mismo se haya lanzado rodando por la escalinata, haciendo honor al meme viral que resume sus últimos años de carrera.

Ante alguna comparación aparecida con otro talentoso brasileño cuya carrera se perdió por una vida desordenada, nos vemos obligados a sacar tarjeta roja y detener el partido unos instantes. Ronaldinho no era “talentoso”. Ronaldinho era, durante un par de años como mínimo, el mejor futbolista del puñetero planeta. Aún hoy, en la era de Messi, hay unos cuantos aficionados al fútbol-entre los que me encuentro- que siguen diciendo que lo más mágico que han visto jamás en el Camp Nou ha sido lo que Ronnie regaló en aquellas dos temporadas. Así que, lo sentimos, pero hasta en eso Neymar vive bajo la sombra de alguien. Ni en ser el mayor talento que se pueda malbaratar, consigue ser el número uno. (Yahoo.com)

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