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En la relación Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, todo se dio en “timing”; desde su noviazgo hasta su anticipado divorcio. Todo cuadra en un perfecto orden, casi como un guión de las más exitosas telenovelas mexicanas.

Tras la turbulenta semana de la expareja, todo parece más claro ahora, incluso los que nunca creyeron en ese amor casi sacado de un cuento se sienten engañados. Y como ya es costumbre en el ahora expresidente, le dejó también el problema, la chamba de anunciar la separación a la que fuera su mujer, casi como cuando tuvo que salir a decir que ella era la dueña de la casa blanca.

Imaginen que hasta el crítico televisivo Álvaro Cueva dice que “no le hace chiste” que el divorcio de estos personajes se tome tan a la ligera, que todo pase con tan solo unos memes de por medio cuando esto tiene implicaciones político, económicas y hasta religiosas. Saliendo impunes ambos.

Con lo anterior, Cueva se refiere a que Peña utilizó la fama de la entonces actriz más popular (Angélica Rivera) para ascender en su carrera hacia la Presidencia, ganarse un público, apoyo de Televisa, entre otras. Pero también religioso, pues recordemos que el Vaticano se hizo de la vista gorda al anular el matrimonio religioso de Angélica con el productor José Alberto Castro, con quien se casó el 2 de diciembre de 2004, al encontrar que no hubo amonestaciones, anillo, lazo y que el sacerdote que oficio no tenía permiso para celebrar el sacramento.

Fin del cuento

Pero el anuncio formal de la separación lo tuvo que hacer la propia Angélica Rivera, mediante su Instagram, al no quedarle más remedio pues a su marido lo cacharon las revistas del corazón en las calles de Madrid con su nueva conquista, la modelo Tania Ruiz.

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